Consuelo en los marcos de las puertas
Estaba mirando las publicaciones en mis redes sociales después de la inundación en el sur de Louisiana en 2016, y me encontré con un mensaje de una amiga. Tras enterarse de que su casa tendría que ser reconstruida, la madre la alentó a acudir a Dios aun en su desalentadora labor de limpieza. Después, mi amiga publicó versículos bíblicos que encontró expuestos en los marcos de las puertas de su casa, aparentemente escritos cuando había sido construida. La lectura de las Escrituras en los postes la reconfortó.
Lo que realmente se necesita
Una joven cortó un trozo de carne por la mitad antes de ponerla en una asadera grande. Su esposo le preguntó por qué la había cortado. Ella respondió: «Porque así lo hace mi mamá».
Nueva visión
Entré con mis gafas nuevas a la iglesia y me senté. Luego, vi a una amiga que estaba sentada del otro lado del pasillo en el otro extremo del salón. Cuando la saludé con la mano, me parecía verla tan cerca y nítida. Sentí como que podía extender la mano y tocarla, aunque estaba a varios metros. Al salir, después de la reunión, me di cuenta de que estaba en el mismo asiento de siempre, y que yo simplemente podía verla mejor porque tenía más aumento en mis nuevas lentes.
Adherirse a lo bueno
Cuando estacionamos el auto en un campo abierto y lo cruzamos caminando para llegar a nuestra casa, casi siempre se nos pegan abrojos en la ropa; en especial, en otoño. Estos pequeños «viajeros», se adhieren a la ropa, los zapatos o cualquier cosa que pase, y viajan al próximo destino. Es la forma en que la naturaleza dispersa las semillas en mi campo y en todo el mundo.
Una comida caliente
Pollo a la barbacoa, frijoles, espagueti, panecillos. En un frío día de otoño, al menos 54 personas sin hogar recibieron esta comida caliente de parte de una mujer que celebraba 54 años de vida. La mujer y sus amigos decidieron renunciar a la cena habitual de cumpleaños en un restaurante, y en cambio, cocinar y servir a personas en las calles de Chicago.
La prueba del espejo
«¿Quién está en el espejo?», les preguntó a los niños la psicóloga que realizaba la prueba de autorreconocimiento. Por lo general, hasta el año y medio, los niños no se asocian con la imagen en el espejo. Pero a medida que crecen, entienden que se están mirando a sí mismos. El autorreconocimiento es una señal importante de crecimiento y maduración saludables.
Deja la luz encendida
Una publicidad de una cadena hotelera mostraba un edificio en medio de una noche oscura. Alrededor no había nada. La única luz que se veía venía de una pequeña lámpara cerca de la puerta en el porche del edificio. La bombilla iluminaba lo suficiente para que un huésped subiera los escalones y entrara. La publicidad terminaba con la frase: «Le dejaremos la luz encendida».
Viajar livianos
Santiago realizó un audaz viaje de 2.000 kilómetros por la costa oeste de Estados Unidos en bicicleta. Un amigo mío se encontró con el ambicioso ciclista a unos 1.500 kilómetros de donde había empezado. Como se enteró de que le habían robado el equipo de campamento, le ofreció su manta y un suéter, pero Santiago no lo quiso. Dijo que, a medida que iba avanzando hacia el sur y a un clima más templado, tenía que empezar a deshacerse de cosas. Y cuanto más se acercaba a su destino, más cansado estaba, así que tenía que reducir el peso que llevaba.
Las movidas de Dios
Me encanta jugar Scrabble. Una vez, mis amigos le pusieron mi nombre a una jugada: «Katara». Iba perdiendo todo el tiempo, pero al final —sin más fichas para tomar— puse una palabra de siete letras. Eso significó que la partida había terminado: recibí un bono de 50 puntos más la suma de las fichas que les quedaban a todos mis adversarios, y pasé del último lugar al primero. Ahora, cada vez que jugamos y alguien va último, se acuerdan y mantienen la esperanza de hacer una «Katara».
Jesús está aquí
Mi anciana tía abuela yacía enferma en su cama. Tenía una sonrisa en el rostro; su cabello canoso rodeaba su cabeza y las arrugas cubrían sus mejillas. No hablaba mucho, pero todavía recuerdo las pocas palabras que dijo cuando mis padres la visitaron. Susurró: «No me siento sola. Jesús está aquí conmigo».